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La provincia del buen vino celebra el fruto de la vid durante la época estival. Una fiesta que suma tradiciones, bellezas naturales y lo mejor de los productos locales. Elección de la reina y espectáculos de los más variados.

En Mendoza las condiciones naturales para el desarrollo de las vides más exquisitas surge como una bendición, un legado ancestral que, arraigado en cada uno de los habitantes, da como fruto los mejores vinos del mundo. Por eso la vendimia es una fiesta incomparable que recuerda esa condición con eventos de todo tipo.

En la primera semana de marzo se viene con todo la fiesta. Pero no es una fiesta de un solo día. Con el clima ya preparado y el mejor ánimo en el corazón, los mendocinos se permiten la pausa merecida para celebrar. La música se instala en las calles y el asombro en las miradas de los amigos de otros caminos que llegan a conocer esta tierra.

Los festejos arrancan en diciembre y se prolongan durante enero y febrero. Cada municipio compite en belleza y espectacularidad, coincidiendo en algunos casos con las fiestas Nacional del Chivo en Malargüe, Rivadavia le Canta al País, Festival de la Tonada en Tunuyán, Festival de la Cueca y el Damasco en La Dormida, Santa Rosa, todas con la presencia de destacados artistas de trascendencia nacional e internacional.

Este año la parte principal de los festejos se iniciará el domingo 1 de marzo con la Bendición de los Frutos, un acto de fe en el que se agradece al Creador la generosidad de la tierra que brinde lo mejor de sus frutos y entre ellos la vid. Luego el viernes 6 de marzo en la noche las calles del centro de la ciudad se llenan nuevamente de luz, color y alegría: es la Vía Blanca de las Reinas.

La reina
Durante algunas horas desfilarán las niñas que han de competir por el reinado de un año. Representando a cada uno de los 18 departamentos, pasan acompañados de todas las que fueron candidatas en carrozas ornamentadas con diseños alusivos a las principales actividades culturales, económicas y sociales de Mendoza. Grupos musicales, comparsas, delegaciones de otras provincias y países acompañan el evento intercalándose.

Lejos de cansarse y con ganas de seguir el festejo, ahora es el sol y el cielo más azul del país el que recibe a miles de entusiastas para seguir compartiendo la fiesta. El sábado 7 de marzo por la mañana se viene el Carrusel de la Vendimia. Más alegría, música y brindis se suman al nuevo pasaje de las reinas, esta vez por el centro de la ciudad y por el parque. Gauchos y chinas ofrecen el vino en bota a todo el que se le anime, de los carruajes llueven ofrendas de fruta fresca, regalos y pequeñas muestras de la producción de cada región provincial.

Ese sábado pero por la noche el centro de todas las expectativas será el Espectáculo Central. El teatro griego Frank Romero Day ve como lentamente la piedra parece cobrar vida, miles de rostros y manos se van sumando al hemiciclo que parece extenderse por los cerros con otros miles de rostros y manos. De un lado todo listo para la ovación, la alegría y el aplauso; del otro lado tensión, susto, nervios por lo que va a pasar, “Que todo salga bien” es el deseo. En el medio el escenario majestuoso que también parece extenderse hacia los cerros. A las 22 se apagan las luces ambientales, unos segundos de silencio y misterio que se develará en una explosión de talento, creatividad, empatía e interacción con el público. Todos los años hay algo parecido y algo diferente, las innovaciones y la tradición se conjugan para un espectáculo que sorprenderá y a nadie dejará indiferente.

Estas historias contadas con música, danza y dramatización se repetirán en el mismo escenario por tres noches más: domingo 8, lunes 9 y martes 10 de marzo con algunas diferencias, en la primera noche se elige la Reina Nacional de la Vendimia, una suerte de rito anual en el que se vuelca el entusiasmo de cada departamento representado, en las noche siguientes se desgranan recitales de los artistas y géneros más resonantes del momento.

La máxima atracción
La Fiesta Nacional de la Vendimia es la máxima atracción. En ella se suman tradiciones muy caras a los mendocinos que se entrelazan con verdaderas creaciones artísticas que muestran el talento de muchos mendocinos, por nacimiento o por adopción que han sabido interpretar los especiales latidos de esta comunidad. Se dice que la Fiesta es un género artístico en sí mismo, en realidad se trata de una amalgama de música, poesía y danza, matizados con sorprendentes piezas dramáticas o de comedia. Todo enmarcado en una monumental escenografía desplegada en un teatro griego enclavado al pie del mítico Cerro de la Gloria, con capacidad para más de 20 mil personas sus gradas parecen prolongarse en los cerros circundantes que, en las noches vendimiales, sirve de espacio para miles de espectadores.

El escenario está diseñado para parecer parte de la roca y el montaje escenográfico también se extiende hasta la serranía del lugar. Todo eso sumado al sistema de cajas lumínicas que conforman escenarios increíbles, muchos de ellos móviles que se suceden en el proscenio principal y en los laterales.

Las figuras de la Virgen de la Carrodilla, imagen venerada por los productores como protectora del trabajo en la viña y de su producción, mas  la presencia en Mendoza del general José de San Martín durante su campaña libertadora, son dos temas siempre presentes en el argumento del espectáculo central.

La figura de San Martín es muy querida por el pueblo mendocino que además se lo vincula estrechamente con la vitivinicultura, pues fue un precursor de los actuales “wine lovers” por su constante labor para mejorar y difundir los vinos cuyanos: su frustrado proyecto de radicarse definitivamente en Mendoza incluía dedicarse a la viticultura en su soñada viña de la chacra de Los Barriales. El Padre de la Patria amó a Mendoza y la llevó en su corazón y sus recuerdos hasta el último suspiro.