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Esquel, Trevelin, Trelew, Rawson, Gaiman, forman parte de una historia de superación y coraje. La de los colonos que, dejando atrás su tierra natal, se animaron a la aventura de la Patagonia.

La Patagonia argentina es, nadie lo duda, un verdadero ejemplo de cómo un espacio mágico de la Naturaleza puede latir fuerte gracias a la llegada de colonos. Aquellos valientes que dejaron atrás su suelo natal y se animaron a enfrentar tierras desconocidas, son los que crearon las condiciones apropiadas para que ellos y quienes llegaran hasta esas latitudes disfrutaran las mieles de la vida en el sur. En este caso fueron familias galesas las que crearon el punto de partida de un lazo intercultural sin precedentes que generó un crisol de etnias.

Hoy los descendientes de aquellos colonos que arribaron al Golfo Nuevo, que luego se empezaron a asentar en las orillas del Río Chubut, son ciudadanos argentinos, que abren las puertas de su cultura y ofrecen al turista gastronomía típica y su memoria viva que perdura en las capillas galesas de Esquel y Trevelin, en nombres de ciudades como Trelew, Rawson y Gaiman, y en el Valle 16 de Octubre o Valle Hermoso, en galés BroHydref o CwmHydryf, que recuerda a los rifleros de Fontana y a una expedición que, con el viento en contra, mensuró las primeras leguas del sur.

Del Mimosa a la ceremonia del té

En 1865 el velero Mimosa se aventuró a las agitadas aguas del océano Atlántico con una tripulación de 153 galeses que soñaban con emplazar una nueva vida en una tierra donde pudieran practicar con libertad sus creencias religiosas y sus tradiciones. Fueron dos meses de una travesía difícil hasta que el buque amarró en la actual ciudad de Puerto Madryn.

No fue sencillo el arraigo: la falta de agua, el paisaje desértico y el clima hostil empujaron a las numerosas familias a moverse hasta encontrar los valles donde asentarse definitivamente.

Desde ese momento la colonia se fue transformando en un pueblo fuerte que logró asentar sus tradiciones las cuales hoy forman parte de la oferta turística que este maravilloso espacio del territorio argentino tiene para ofrecer.

Entre las propuestas más famosas aparece el té galés. Se trata de una bebida tradicional que se sirve en teteras de porcelana cubiertas con pulóveres y que se acompaña con pan casero, tartas y tortas.

Curiosamente, si bien las galletitas a la plancha son un acompañamiento típico galés con más de mil años de historia, la llamada “torta galesa” es una receta propia de los colonos que llegaron a la Patagonia. Se cuenta que mientras los hombres salían en las largas y frías jornadas a procurar alimentos y agua, escasos en la región, las mujeres quedaban al cuidado de los niños. Y que de sus manos, mezclando ingredientes básicos como harina, azúcar negra, nueces, frutas conservadas con azúcar, miel, surgió esta torta galesa, virtuosa por su buena conservación y por la concentración de calorías, imprescindible en las áridas y frías tierras de la Patagonia.

La ceremonia del té representa para la historia de la colonia galesa en la Patagonia, un momento central de la vida social y religiosa. Tal es así que al término de cada oficio religioso, la comunidad se reunía en el “vestry”, donde se compartían tortas, panes, tartas, dulces caseros y por supuesto se tomaba el té, mientras relevaban novedades sociales: nacimientos, matrimonios, fallecimientos.

La arquitectura y su legado

La Capilla Seión en Esquel se conserva como hace un siglo cuando se instaló en pleno centro de la ciudad. Construcción original de piedra y barro con paredes de ladrillo cocido y techo de chapa, fue Incorporada en 1995 en el Registro Provincial de Sitios, Edificios y Objetos de Valor Patrimonial, Cultural y Natural de la Provincia de Chubut. Allí también funciona en la actualidad la Escuela de Galés de la Cordillera.

En la vecina Trevelin se encuentra la capilla galesa más antigua de la región: Bethel. Originalmente levantada con paja y madera en cercanías del río Percey, el actual edificio data de 1910 y fue construido enfrente de aquella, de manera más sólida con ladrillos y chapas.

A 45 kilómetros de Esquel, por la Ruta Nacional 259, otro sitio que permite viajar en el tiempo a los visitantes es el molino Nant Facht, cuyo nombre en galés significa “Arroyo Chico”. Además de su imponente arquitectura, actualmente exhibe elementos propios de los primeros colonos como máquinas agrícolas, máquinas de coser e instrumentos musicales tales como vitrolas y órganos. Además, están recreados un galpón de herrería y un viejo almacén de ramos generales.


Evans, un pionero

John Daniel Evans llegó a la Patagonia cuando era niño y, de la mano de los tehuelches, conoció el territorio. En un viaje de exploración en busca de oro fue atacado por aborígenes que asesinaron a los tres compañeros de Evans. Para escapar, Evans saltó con su caballo Malacara una cuesta de cuatro metros de profundidad, salto que ninguno de sus perseguidores se animó a repetir.

Tiempo después, Evans fue baqueano del coronel Luis Fontana, primer gobernador del territorio nacional de Chubut, que inspeccionó el territorio hacia la cordillera, trazando planos y mapas, estudiaron el suelo, la fauna, la flora y analizaron las posibilidades productivas y de establecimiento de los nuevos habitantes.

Finalmente, 50 leguas cuadradas fueron entregadas a los primeros pobladores, unas 125 mil hectáreas totales, contemplando 2500 para cada colono. Así nacía, en lo que se conoció como Valle Hermoso o CwmHyfrid, la Colonia 16 de octubre, en torno de lo que hoy se conoce como Trevelin y Esquel.