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La combinación que se produce en este destino cordobés no es casual. Todo lo contrario. Hace más de 20 años, La Cumbrecita se declaró reserva natural y, de ahí en más, comenzó a implementarse el proyecto para

convertirla en un pueblo peatonal. Orgullosa de ofrecer ambos conceptos, hoy le permite al visitante olvidarse de su auto y vivir una tranquilidad fantástica. El respeto por la naturaleza y el cuidado para el viajero son el mejor regalo en su estadía.

Existen infinidad de aspectos que describen a este pueblo de 1.000 habitantes. Y es que a la hora de eligir un destino, posiblemente no exista otro semejante que matice las pintorescas construcciones alpinas en una reserva natural.

Cuando se llega al pie de las Sierras Grandes, se vislumbra el puñado de casitas que están atravesadas por el río del Medio, abrazadas por un paisaje fascinante. Allí, el trinar de las especies de aves, la majestuosa vegetación, los bosques y las cascadas hacen un privilegio para quien se lo pueda permitir.

La Cumbrecita está atravesada por el concepto de protegerla naturaleza en su más amplio sentido. La pesca de truchas con devolución es una actividad propicia por las condiciones del agua y la pureza de los río y arroyos.

Las caminatas sirven para adentrarse en la reserva y llegar hasta el bosque de abedules cercano al arroyo Almbach o a la imponente cascada que luce un salto de agua de unos 14 metros de altura. Los recorridos naturales se tornan infinitos en la inmensidad de un entorno pintado por el cielo y las montañas.

Además, el circuito histórico revela un pasado interesante con las increíbles historias de los pioneros que soñaron y construyeron este paraíso pensado para la llegada de los turistas.