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Son poco más de 22.5000 kilómetros cuadrados de superficie. Una cifra que la convierte en la provincia más pequeña de la Argentina. Sin embargo, Tucumán se impone a ese dato. Va más allá de la estadística. Y lo

hace con sus propuestas para los turistas. Esas que garantizan biodiversidad, historia, aventura, tradiciones, mitos, leyendas... A cada paso, este destino del noroeste se despliega con una promesa para los viajeros. Y siempre cumple.

A unos 1.300 kilómetros de Buenos Aires, San Miguel de Tucumán se encuentra rodeada de edificios históricos. Uno de ellos atrapa gran parte de las miradas: la Casa Histórica, donde el 9 de julio de 1816 se juró la independencia nacional. Perteneció a Francisca Bazán de Laguna y constituye, sin dudas, uno de los sitios legendarios del país.. De gran valor, el patrimonio del museo está integrado por objetos del periodo colonial y de las guerras de la independencia. En sus dos patios además, es posible observar diferentes especies de árboles y plantas como jazmín de leche, arrayán, jazmín paraguayo, lapacho rosado, naranjo agrio, algarrobo blanco, entre otras.

El Parque 9 de Julio es otro de los recomendados de la capital provincial. Conocido como el Pulmón de la ciudad, fue trazado en forma de óvalo, idea del arquitecto francés Carlos Thays, e inaugurado para los festejos del centenario de la Independencia en 1916. Gran cantidad de especies de árboles dan vida a este parque que encierra múltiples monumentos. Se puede conocer el reloj floral, la fuente luminosa, el lago San Miguel y algunos de los bares y restaurantes más notables de Tucumán. Además, cuenta con pistas de salud, zonas de juegos para niños y un rosedal cuyo perfume se adueña del ambiente.

Para los más aventureros, Tucumán ofrece distinta sopciones de trekkings por las yungas y montes. Vale la pena conocer un paseo llamado Las Puertas del Cielo. Se trata de una caminata con dificultad media, de alrededor de tres horas, que permite alcanzar vistas increíbles de San Miguel. Quienes buscan desafíos mayores también tienen senderos de dos o tres días, que permiten recorrer las montañas desde cerca de la capital provincial hasta Tafí del Valle.

Esta villa de montaña, ubicada entre la selva de altura tucumana y los Valles Calchaquíes, se caracteriza por el Alpapuyo. ¿Qué es? La neblina espesa que todas las tardes se posa sobre los cerros y que, poco a poco, comienza a diluirse. Debajo de ese manto de niebla, en el ingreso del pueblo, se encuentra el dique Angostura, ideal para los fanáticos de la pesca deportiva en busca de pejerreyes, y los amantes del yatching y el kitesurf. Junto con esas propuestas, Tafí del Valle ofrece una Ruta de los Artesanos para visitar tejedores, ceramistas, talabarteros y escultores, que muestran con orgullo su trabajo.

A unos 165 kilómetros capital tucumana, y 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar, Amaicha del Valle es otro de los clásicos para el turismo. El sol asoma 350 días al año en este destino, generando días cálidos, noches frescas y cielos diáfanos. Aquí se preservan las viejas tradiciones: su carnaval es uno de los más concurridos de la región y la fiesta local de la Pachamama (Madre Tierra), en agosto de cada año, es de las más representativas.

Más hacia las afueras de la provincia y en un paseo de un día completo, por último, se pueden transitar los más atractivos paisajes tucumanos hasta llegar a las Ruinas de los Quilmes. En la actualidad, funciona en el predio “El Centro de Interpretación de la Ciudad Sagrada de Quilmes (CIQ)”, un espacio que incorpora un nuevo concepto de la museografía ideado para que los visitantes tengan un acercamiento a la cultura del pueblo indígena. Cuenta también con un paseo comercial y un mirador en la cima de la montaña que resguarda las ruinas.