La torta negra es una de las facturas infaltables a la hora de los dulces. Una obra de arte de la panadería criolla y parte de la identidad gastronómica bonaerense, donde la receta se transformó en el legado de familias pasteleras que aún mantienen

vigente la tradición. No sólo eso: este clásico es el centro de una fiesta que se celebra cada año en diversos distritos, entre ellos Tapalqué y General Lavalle.

"No comas una torta negra, saboreá una historia”, afirma Jorge Latchuk, quien junto a su hermano Lucas continúa al frente de la panadería Del Pueblo que Antonio, su abuelo paterno, fundó hace más de 60 años en General Lavalle y cuyas tortas negras motivan desviarse de la ruta para degustarlas. Durante su juventud Antonio trabajó en un panadería de Huanguelén, partido de Coronel Suárez; y luego en una de Dolores, donde conoció a Delia Othaceguy, con quien se casó y se instalaron en el paraje Centinela, ubicado entre General Conesa y General Lavalle. Allí, con una pequeña cocina, empezaron a elaborar la galleta de campo, después se mudaron y en 1959 abrieron la icónica panadería en General Lavalle.

Si bien cada uno tiene su profesión, Lucas y Jorge forman parte de la tercera generación del negocio y lo sostienen “en honor a la memoria familiar”. “Para preparar la torta negra cada cual tiene su estilo. Mi abuelo hizo su propia versión: una masa más bien salada, con gusto a grasa, que contrasta con el dulce del azúcar”, detalla Jorge.

En el horno a leña se llegan a cocinar 150 docenas por día y durante el verano y las celebraciones locales se supera ese número. Incluso se echa a mano a un horno eléctrico para acelerar la cocción y que todos puedan probar esta delicia. La histórica panadería también ofrece otros imperdibles como budines de membrillo, dulce de leche y frutos secos; pan dulce con una masa especial; escones; pepas, milhojas y facturas.

En Berdier, un pueblo de 200 habitantes de Salto, al norte de la Provincia, desde 2014 se lleva adelante la Fiesta de la Tortita Negra, en homenaje a la producción de esta factura legendaria. Hace ocho años José Marsiglia decidió retornar a la pequeña localidad que lo vio nacer. Al llegar se reencontró con amistades de la infancia y con sabores que fueron parte de su vida: las tortitas negras de José “Pepé” Frami.

El horno a leña en la panadería de Pepé empezó a humear desde 1930. En la actualidad, sus panificados continúan deleitando a pobladores locales y de sitios cercanos. La textura de la masa, el sabor de la leña y el azúcar morena se combinan de manera irresistible. “Siempre consideré que debíamos celebrar este producto que nos identifica”, afirma José Marsiglia, que se define como uno de los impulsores de la festividad en la que un selecto jurado elige la mejor tortita negra.

Otros lugares donde disfrutar la torta negra

En Las Marianas, pago ubicado a 50 kilómetros de la ciudad cabecera de Navarro, se puede degustar esta delicia de la pastelería autóctona los Dos Hermanos. Desde hace cinco décadas, tiene una receta secreta de la torta, o tortita, negra. Ariel Abraham abrió las puertas de este negocio en 2003, cuando por diferencias familiares decidió hacer su propio recorrido y se llevó consigo el detalle de ingredientes y procedimientos que su padre le había explicado.

Y en Tapalqué, esta factura criolla abandona el tamaño tradicional porque tiene dimensiones similares a las de una pizza. Los ciudadanos del partido vecino de General Alvear, llaman torteros y torteras a los habitantes de la Capital Nacional de la Torta Negra. Su expertise en la elaboración de este manjar les valió ese cartel.

“La torta negra, como factura, es la única de origen argentino porque las otras llegaron a partir de recetas foráneas. Además, en Tapalqué, se suma otra característica: su gran tamaño, cualidad que la vincula con el compartir y con lo popular”, expresa Natividad Baccioco, directora de Turismo local. Esta confitura surgió con la creatividad de los maestros panaderos quienes agregaron grasa a la masa y la espolvorearon con azúcar negra porque era más económica que la refinada. En muchas ocasiones se entregaba como “yapa” después de una compra.