En el oeste de Catamarca asoma uno de los sectores más altos de la Cordillera de los Andes, con una concentración de volcanes que superan los 6.000 metros de altura. Se trata de un tramo de casi 200
kilómetros entre cumbres, colores, valles, lagunas y salares andinos. El camino, conocido como la Ruta de los Seismiles, es irresistible para andinistas de todo el mundo, amantes del trekking y las travesías en camionetas 4x4.
La Ruta Nacional 60, que conecta Fiambalá con el Paso de San Francisco, en la frontera con Chile, permite acceder a este circuito imperdible. Se lo puede recorrer durante todo el año, aunque los guías de la zona recomiendan hacerlo entre octubre y abril, ya que entre diciembre y marzo las lluvias pueden interrumpir el camino. El recorrido conviene hacerlo de día, y con varias paradas, para contemplar las vistas panorámicas de la Cordillera de los Andes.
La Ruta de los Seismiles permite disfrutar de paisajes que se suceden en una cadena de contrastes extraordinarios: volcanes y planicies; valles verdes y quebradas rojizas; salares y tundras; desiertos, aguas termales y lagunas turquesas, escenarios únicos habitados por vicuñas, guanacos y flamencos rosados. ¿Dónde comenzar este circuito? En la Ruta del Adobe que une Tinogasta y Fiambalá, un paseo encantador entre bodegas, termas, capillas coloniales de adode y ruinas precolombinas.
Ruta de los Seismiles: los íconos principales del camino
Una vez en Fiambalá, comienza la travesía en un ruta totalmente asfaltada que zigzaguea en las alturas del desierto andino. La primera atracción La Ruta de los Seismiles: es la Quebrada de las Angosturas, que deslumbra a los visitantes con sus colores y maravillas naturales. Unos 20 kilómetros después, en el Valle de Chaschuil, se pueden ver pescadores en busca de truchas de río.
Desde el kilómetro 122 entran en escena los volcanes: el Pissis, con 6.882 metros, es uno de los volcanes inactivos más altos del mundo y la cuarta montaña de América. Más atrás puede divisarse el Ojos del Salado, que con sus 6.864 metros es el volcán activo más alto del planeta y la segunda cumbre de América después del Aconcagua. Esta maravilla geológica se sitúa en el centro de una cadena volcánica de aproximadamente 60 kilómetros, que se inicia en el paso Fronterizo San Francisco y finaliza en el Nevado Tres Cruces. Sobre esta misma cadena corre parte de la frontera internacional entre Chile y Argentina.
Por su ubicación en plena Puna de Atacama, la montaña presenta condiciones climáticas muy secas, con nieve únicamente durante el periodo invernal y solo en las cotas superiores. Pese a que existen fumarolas en los alrededores de la cima, no se han registrado erupciones en tiempos históricos. Su nombre proviene del río Salado, un río intermitente de Chile situado en la región de Atacama.
El Ojos del Salado se destaca entre los picos favoritos de los andinistas. Al expandir la mirada empiezan a aparecer el Walter Penck, el Incahuasi -en cuya cumbre se encontraron ruinas incaicas-, el Cerro Tres Cruces, Nacimientos y el San Francisco. Los volcanes sorprenden uno tras otro, con sus cumbres nevadas y sus propios atractivos y tonalidades. En medio de la cadena de volcanes, se divisan las imponentes lagunas Azul, Verde y Negra que maravillan a los viajeros.
Cerca del puesto de Gendarmería Las Grutas, que se encuentra a más de 4.000 metros de altura en el kilómetro 179, se puede tomar un desvío hacia un paraje con aguas termales. En los casi 20 kilómetros que quedan hasta el Paso de San Francisco se puede ver una laguna que impacta por sus aguas turquesas. Mientras los viajeros suben por la ruta que bordea el Cerro San Francisco, se empieza a ver el paso internacional que marca la frontera entre Argentina y Chile y que indica que la aventura de los volcanes está por llegar a su fin.