Las maestras pasteleras del pueblo turístico de Gouin, en Carmen de Areco, tienen una habilidad única: vencer a los paladares que sólo quieren degustar un solo pastelito criollo. Una vez que el comensal descubrió su sabor maravilloso,

difícil que no quiera probar más. Quizás el secreto no esté oculto en la temperatura del aceite, la fuerza del amasado o la calidad del dulce, sino en la magia con que cada experta los prepara.

De ahí que este destino bonaerense haya sido organizado, el fin de semana, la 27° Fiesta Nacional del Pastel. Personas de diferentes regiones llegaron a Gouin para saborear esta joya de la repostería vernácula y también a disfrutar de las costumbres y el aire campero. “Somos un pueblo que rescata las tradiciones y la cultura gastronómica, porque las recetas de las pasteleras se transmiten en los talleres en los que ellas enseñan la elaboración de pasteles”, expresó Yenifer González Mella, directora de Turismo municipal.

El orgullo por tener esta celebración nacional se respira en las calles de Gouin. Los pobladores la esperan con mucha ansiedad, sobre todo, esas mujeres dueñas de un saber hacer único que viven cada edición como un gran desafío. “Es la fiesta que nos identifica en todo el país, por eso es que cada año tenemos mayores expectativas de mejorar tanto en la elaboración de pasteles como en los nuevos emprendimientos que se suman”, comentó la maestra pastelera Fernanda Monchovi.

CUÁNDO EMPEZÓ A CELEBRARSE LA FIESTA DEL PASTEL

Este evento tiene sus orígenes en 1995. Según cuenta la leyenda, hace muchos años una mujer extravió su canasta con pasteles en la entonces estación de trenes de este destino bonaerense. Luego, la comunidad local decidió homenajear el trabajo de las mujeres de campo con la elaboración de productos caseros que se transformaron en tradición alimentaria.

Hilda Oliva es pastelera y a los 12 años aprendió a hacer esta confitura de la mano de su tía. “Mi especialidad es el pastel tradicional de membrillo, con cuatro puntas y bien hojaldrado”, explicó esta experta, que en 2017 ganó el primer premio en el concurso que se hace durante la celebración.

“Hilda es nuestra referente y está a cargo de los talleres de los cuales surgieron muchas pasteleras y pasteleros”, aportó Monchovi, otra de las especialistas en la elaboración de esta exquisitez, que aprendió el oficio de Clara Zapata, pionera en el arte de amasar.

Monchovi y Oliva comparten la amistad, la admiración y el afecto por la pastelería vernácula. “Con Hilda nos juntamos para cada fiesta nacional del pastel y hacemos juntas los pastelitos, ella los hace de cuatro puntas y yo les doy forma de molinito”.

Ambas recordaron con orgullo la edición número 24 cuando, en alrededor de cuatro horas, vendieron 200 docenas de pasteles. “Estábamos sobre el escenario haciendo una demostración y nuestras familias nos avisaron con señas que ya no quedaba nada. Nos tuvimos que ir a cocinar más pasteles para el otro día. El domingo vendimos todo en el trayecto hacia nuestro puesto”, evocaron.