Experiencias ideales y diferentes para disfrutar del campo y la producción local entre trufas, quesos, chocolates y arándanos: manjares cautivantes que ofrecen Coronel Suárez y Pigüé, en el sudoeste bonaerense. Destinos preparados para recibir a los

turistas con circuitos gastronómicos de productos regionales que se volvieron emblemáticos con el paso de los años y otorgan sensaciones únicas al viaje.

Arándanos y chocolates para deleitarse

Sendero Azul es una empresa familiar que inició su actividad en 2000, con una plantación de arándanos en la zona de Coronel Suárez, a pocos kilómetros de Sierra de la Ventana. María de los Ángeles Cornide, una de sus propietarias, recuerda el "mal trago" que le tocó pasar a raíz de condiciones meteorológicas adversas: “Con la desesperación a cuestas, cuentas por pagar, y unas poquitas frutas quemadas que nos habían quedado, empezamos a buscar alternativas. Fue así que comenzamos a fabricar jugos naturales, sin aditivos, pero de manera tercerizada y ahora ya producimos todo nosotros, incluso mermeladas y 20 variedades de jugos frutales, tomate, zanahorias y remolacha”.

En la chacra organizan visitas guiadas y, en la región, comercializan sus productos mediante el sello 'Hecho en Suárez'.

De paseo por la localidad, es imposible no deleitarse en la esquina de Sarmiento y Lamadrid, donde se emplaza la chocolatería Baum. Este emprendimiento surgió luego de reinventarse tras el sacudón que provocó la pandemia de coronavirus. Pasó de ser un restaurante a convertirse en la fábrica de chocolate con mayor potencial de la zona. “Elaboramos chocolates desde hace seis años, pero nos focalizamos en esto hace dos. Abrimos un local en julio de 2020, y hasta hoy es un éxito total”, afirma Javier Graff, responsable de la industria.

En la Tienda de Chocolates Baum el paladar podrá vivir una experiencia irresistible con chocolates 100% cacao y 0% azúcar, chocolates en rama, chocolates con pimienta y nuez moscada, con frutos secos y rojos, con cogñac o menta, blanco, negro e incluso con cereales.


La trufa, el emblema de Saavedra

Al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, desde Pigüé a Saavedra, por el circuito serrano se pueden apreciar diversos paisajes y saborear manjares exclusivos con sabores locales. Un ícono de la región, que se produce en la localidad de Espartillar es la famosa trufa negra, reconocida por su increíble propiedad aromática. Este pueblo de 800 habitantes es el principal productor, en todo el país.

En 2016, Trufas del Nuevo Mundo obtuvo su primer hongo y al año siguiente comenzó la cosecha. Desde ese momento, multiplicó la producción y en 2020 inició exportaciones a Francia, España, Estados Unidos y Dinamarca. “En el corto y mediano plazo buscamos llegar a Asia”, explica Faustino Terrada, encargado de la comercialización. El intenso y complejo aroma hace de la trufa un ingrediente único en las mejores cocinas del mundo. Algunos chefs la llaman “el diamante negro” de la gastronomía.

Se trata de un hongo comestible que elige las raíces de los árboles para crecer y como está bajo tierra -para encontrar las preciadas trufas- resulta imprescindible la ayuda de perros con excelente olfato y entrenados. “Una vez que ellos nos indican, nos llevamos un poco de tierra a la nariz para hallar el inconfundible aroma. Si lo percibimos, comenzamos a cavar con la pala trufera”, destaca Faustino uno de los cinco cinco socios fundadores.

El hongo no crece en cualquier campo, es originario del hemisferio norte y no se encuentra naturalmente en suelo argentino. “La trufa principalmente es aroma y después viene el sabor, que es completamente distinto al aroma y, para fijarlo, es muy importante emplear alimentos con materia grasa, por eso en las elaboraciones tratan de utilizar huevo y manteca. Todos los volátiles se fijan y de esa forma se traslada el aroma al sabor. De lo contrario el sabor es menos intenso”, detalla.

La empresa ofrece visitas a la trufera -con reservas previas en trufasdelnuevomundo.com- y recorridos por un extenso bosque de robles, encinas y avellanos que esconde en sus raíces este selecto ingrediente de la alta cocina. Luego de 45 minutos de circuito, se podrá degustar la trufa en tres presentaciones distintas.

Los manjares de Balcón Azul son otros imperdibles de la zona, por Ruta 33, a la altura del kilómetro 77: un tambo y toda la cadena de producción de 18 variedades de quesos, entre ellos, los trufados. “Mostramos el camino del queso y tenemos un comedor de campo para los fines de semana. Nuestro fuerte es el cuartirolo y elaboramos muchos saborizados”, asegura Gerardo Bras quien, junto a su familia, se encuentra al frente del proyecto desde 2013.